viernes, 5 de diciembre de 2014

Cómo ser más productivo


La gente es inteligente, trabajadora y honrada. Pero la gente es humana y, en consecuencia, débil, ignorante, y llena de sesgos que nos alejan del comportamiento racional. Por eso la gente nos falla, no cumple con las expectativas propias y ajenas y causa daños a los demás. Hong es el director de un laboratorio que fabrica robots que “se mueven”. El movimiento humano es, probablemente, el mayor éxito de la evolución. Ya hemos dicho que el cerebro humano está conformado para controlar los movimientos del cuerpo y hay quien dice que tenemos trabajo para los humanos para un largo tiempo precisamente porque la delicadeza, exactitud e “inteligencia” de los movimientos humanos sólo se pueden alcanzar por una máquina si se producen avances tecnológicos extraordinarios. Dice Hong que los que construyen robots tienen una apuesta entre sí: jugar un partido de fútbol entre la selección que gane el Mundial de fútbol ese año y un equipo de robots humanoides. Ganará la apuesta el equipo de investigación que logre que sus robots ganen ese partido. El año previsto para ese partido es 2050.

En la parte final de su charla, Hong da algunas reglas de la productividad:

La primera, escribir inmediatamente todo lo que se te ocurra. La mayor parte de las veces, habrás tenido “ocurrencias”, o sea, ideas inútiles que tú mismo descartarás en cuanto pienses un poco. Lo bueno de apuntarlas es que, si hay algo aprovechable, no se habrá perdido. Enlazado con este consejo, se encuentra el de dar forma escrita (o pictórica) a esas ideas también lo más rápidamente posible. “El papel piensa”, se dice, con razón. Cuando tienes que plasmar tus ideas sobre el papel, incluso de la forma más provisional, el pensamiento se afila, las objeciones empiezan a aparecer y los puntos fuertes a sobresalir.

La segunda es discutir rápidamente las ideas con tus colegas y, en esa discusión inicial (“tormenta de ideas” o brainstorming) la regla de oro es prohibir la crítica a las ideas de los demás. Recuérdese que se trata de una discusión inicial y que los miembros del grupo son gente inteligente y preparada. Esa “regla de oro” no funciona, sólo nos aburriremos, si se aplica en la barra de un bar o en una reunión de gente cuyos componentes no se han elegido recíprocamente. Pero en un grupo de colegas, si se permite la crítica en esta fase “naciente”, los que tengan un carácter más introvertido o una autoestima más baja o, simplemente, las mujeres, se callarán antes que soportar un sopapo retórico y presuntamente brillante.  

La tercera es estudiar, estudiar y estudiar. Hong lo expresa en términos de “caja de herramientas”. Recuerden el dicho: “al que sólo tiene un martillo, todo le parecen clavos”. Un fabricante de robots llegará mucho más lejos si sabe de ingeniería y de matemáticas o física que si solo sabe de ingeniería y, más lejos todavía, si sabe química y biología, por eso que decíamos antes sobre el control del movimiento corporal por parte del cerebro. Naturalmente que uno no puede saber de todo. Estar en un grupo multidisciplinar aumenta enormemente las posibilidades productivas de todos los miembros. Cada uno se especializará en algo pero aprenderá rudimentos de muchas otras materias, lo que, a su vez, incrementa las posibilidades de producir algo nuevo en tu propia especialidad. En el mundo del Derecho, tengo algunos ejemplos espectaculares: Richard Posner con la Economía, Daniel Fischel con las Finanzas, Ronald Coase – en Economía – con el Derecho de la responsabilidad extracontractual; Cass Sunstein con la Psicología. Incluso dentro del Derecho, saber de materias que no son la tuya otorga ventajas competitivas indudables. Paz-Ares, por ejemplo, uno de nuestros juristas más creativos, lo es gracias a sus muchas lecturas de casi cualquier rama del Derecho, la Ciencia Política, la Historia y la Economía. Las ideas se te ocurren cuando estás leyendo algo interesante. No cuando estás leyendo algo sobre la materia en la que estás trabajando. Por tanto, la única prohibición es la de leer “cosas” sin interés. Algo no tiene interés si (i) está mal escrito o en lenguaje de especialistas (y tú, obviamente, no eres un especialista, sino alguien del “patio de al lado” que quiere aprender sobre ese tema); (ii) no te obliga a incorporarte y volver a leer el párrafo, no ya en diagonal, sino palabra por palabra. Leer cosas interesantes sobre temas dispares es la fuente más segura de ideas para tu propia área de especialidad.

La cuarta es divertirse. Esta es fundamental. No podemos ser productivos haciendo algo que nos aburre. La razón es muy simple: si la tarea es aburrida, el cerebro del trabajador está en otro lado. Minimizará la capacidad cerebral dedicada a la tarea. Afortunadamente, en la vida real sólo se aburren los niños y, sobre todo, los adolescentes. Por eso es tan difícil ser un buen maestro de adolescentes y mucho más fácil de adultos. Un adulto que se aburre ha de hacérselo mirar y sobre todo, ha de reflexionar acerca de si está engañando a alguien, a su empleador o a sí mismo.

La cuestión no es, por tanto, evitar el aburrimiento, sino elevar la “calidad” de nuestra diversión o entretenimiento. Y eso ¿cómo se hace? La respuesta, la dejamos para otra ocasión. Ahora, solo adelantaremos que si logramos divertirnos, trabajaremos mucho más tiempo y con mayor nivel de concentración. Y es seguro que tiempo y concentración son los dos ingredientes fundamentales de la productividad. El máximo de diversión – rayando en el éxtasis – se logra cuando uno tiene el “momento eureka” que se produce, con distintos grados de intensidad, cuando haces un pequeño o gran descubrimiento.

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