lunes, 21 de diciembre de 2015

Conflictos de interés en la comunidad de bienes

¿Qué pasa cuando un condueño de un inmueble pretende celebrar un contrato de arrendamiento – como arrendatario – del inmueble que pertenece a la comunidad de bienes?


La cuestión tiene interés para el Derecho de Sociedades. Miquel se ocupó con alguna extensión del problema (Comentarios al Código Civil y a las Compilaciones Forales, Edersa, Madrid 1985 tomo V-2º, pp 409-412) y dice que la sentencia del Tribunal Supremo de 12 de noviembre de 1971
“excluye de la votación para prorrogar un arrendamiento al mismo comunero arrendatario y, además, no computa su parte en la comunidad a efectos de determinar la mayoría”.
Esta solución no es satisfactoria porque supone “mayorizar a la minoría”. Imaginemos que hay una comunidad en la que Antonio tiene una cuota del 60 % y Beatriz y Carlota tienen sendas cuotas del 20 % cada una. Si se aplicase la regla que propone el Supremo y Antonio quisiera convertirse en arrendatario del inmueble, Beatriz y Carlota podrían chantajearle con facilidad.

Miquel, en el marco del art. 398 CC (decisiones de mayoría para los actos de administración y mejor disfrute de la cosa común) propone lo siguiente:
“Admitiendo que en caso del arrendamiento a favor de un comunero, éste no deba tomar parte en la votación,… no puede aceptarse simplemente que los demás decidan sobre la administración de la cosa cuando no tienen… la mayoría”
Debería permitirse a Antonio, al menos, que iguale las condiciones ofrecidas por un tercero. Y, diríamos más: ¿y si Beatriz y Carlota prefieren, simplemente, que no se alquile el inmueble común?
La solución de Miquel es la siguiente: no permitir a Antonio votar “pero no descontar su participación a efectos de computar la mayoría, porque de ese modo tampoco los otros pueden decidir por mayoría, si es que no la tenían contando al del voto excluido… el hecho de que un comunero tenga intereses contrapuestos a los de la comunidad le debe privar del voto, pero no le priva, como es obvio de su cuota-parte”.


Es decir, en nuestro caso, Beatriz y Carlota no podrían decidir sobre el arrendamiento porque no tendrían la mayoría de cuotas requerida por el art. 398 CC. El resultado es un impasse porque no puede formarse la mayoría. La cuestión se resuelve por inercia. No se considera adoptado el acuerdo de que se trate, o, en términos del párrafo III del art. 398 CC, no habría resultado mayoría y “el Juez proveerá, a instancia de parte, lo que corresponda, incluso nombrar un administrador”. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

¿Cooperan mejor los luteranos que los católicos?

Durante la Primera Guerra Mundial hubo escasez de comida en Alemania y el estraperlo y el mercado negro florecieron como consecuencia de la reducción de la producción agrícola y del racionamiento introducido por el gobierno. Los alemanes son un pueblo bastante homogeneo de manera que si una región alemana es católica y otra luterana, podemos estar razonablemente seguros de que si observamos comportamientos diferentes, la religión es un candidato para explicar la diferencia. Pues bien, resulta que, recogiendo datos sobre desnutrición infantil (reflejada en la altura de los individuos de una misma cohorte), parece que las zonas luteranas sufrieron un menor deterioro del nivel de vida durante la guerra que las zonas católicas y, una vez que eliminamos las diferencias en la tasa de natalidad y en el nivel de vida, todavía “queda un efecto residual positivo a favor del protestantismo que sugiere que hubo factores relacionados con el protestantismo que ayudaron a que a este grupo social le fueran mejor las cosas que a los católicos durante la guerra”. Estos resultados se explicarían porque los costes de cooperar entre luteranos son más bajos que entre católicos como consecuencia de una mayor confianza interpersonal que facilita los intercambios y el desarrollo de los mercados anónimos. Citan los autores a Arruñada (2010) que no encontró – en su trabajo – que Weber tuviera razón en cuanto a lo de la ética del trabajo protestante pero que sí que encontró indicaciones de una “ética social” protestante que anima a los “individuos a ser más activos en el control social recíproco”, con una mayor calidad institucional y menos confianza en la familia o en los círculos de amigos. 

¡Siempre hablo de las mismas cosas!

Matthias Blum Matthias Strebel
Max Weber and The First World War: Protestant and Catholic Living Standards in Germany 1915/1919

¿Somos miopes en nuestras valoraciones de lo que es justo?


Justicia ex ante y Justicia ex post: igualdad de oportunidades vs igualdad en la distribución


Si los individuos de una sociedad no mantienen preferencias coherentes en el tiempo (prefieren lo mismo antes y después de que se produzca un determinado evento), la gente, cuando se le pregunta, prefiere la igualdad de oportunidades sobre la igualdad de resultados, es decir, considera que la regla más justa de organización de una Sociedad es aceptar la distribución de los ingresos que resulta del mercado si todos han tenido oportunidades semejantes de obtener los ingresos. Pero, si los individuos no son coherentes (cambian de criterio) en cuanto a sus preferencias, puede ocurrir que los mismos que aceptan la justicia del criterio de la igualdad de oportunidades, prefieran que los bienes se distribuyan igualitariamente ex post, es decir, una vez que se observa cómo se ha producido la distribución. Entonces quieren que todo se reparta entre todos igualitariamente.

Bueno, pues parece que nuestros cerebros de cazadores-recolectores nos llevan a que “cuando las decisiones iniciales se toman ex ante, tienden a ser justas ex ante y cuando se toman ex post, tienden a ser justas ex post”. La gente cambia “de opinión” en cuanto a sus preferencias en función del momento en que decide sobre éstas. Y considera valioso poder conservar la flexibilidad correspondiente evitando comprometerse con sus decisiones.

Por supuesto, “incluso un agente que sea coherente temporalmente revisa su decisión inicial cuando recibe información nueva… (pero) la coherencia temporal requiere que las preferencias que determinan las decisiones… sean independientes de la probabilidad con la que se…” vayan produciendo unos resultados u otros y de las consecuencias de esas decisiones.
(Machina) “Mamá tiene dos hijos Bruno y Alicia pero sólo un dulce. Mamá quiere ser justa e, idealmente, repartiría el dulce entre ambos, pero el dulce es indivisible, o sea, que tiene que dárselo a uno o a otra. Como quiere ser justa ex ante, prefiere decidir echando una moneda al aire que optar por cualquiera de los dos resultados seguros posibles. Mamá lanza la moneda y gana Alicia… Bruno le dice entonces a su madre que, a la luz de sus preferencias reveladas, estaría mejor – la madre – volviendo a lanzar la moneda. La respuesta de mamá es: “lo siento hijo, tuviste tu oportunidad”. En este ejemplo, mamá quiere ser justa ex ante y ex post, pero sus preferencias son resueltas y coherentes temporalmente”.
¿Por qué podemos ser “miopes” en nuestras decisiones morales? “una explicación potencial es que es adecuado evaluar la moralidad de cada decisión asumiendo que no pasará nada si cambiamos el sentido de ésta ex post”.

“Un individuo justo, sofisticado y miope que quiera comportarse éticamente en todos los contextos presentes y futuros, exhibirá una pauta de comportamiento asociada con incoherencia temporal. Esto es, elegirá asignaciones justas ex ante y, ex post, elegirá asignaciones justas ex post. Incluso en tal caso, sus preferencias son coherentes intertemporalmente. Al decidir ex ante, se dará cuenta de que la asignación realizada fue justa miope en las circunstancias que se producen más adelante – ex post – y seleccionará esta en dicho momento”. Y preferirá conservar la flexibilidad de poder cambiar su decisión para ajustarla a los imperativos éticos que hagan que la decisión sea justa ex post.

El estudio es relevante, por ejemplo, en el diseño de políticas públicas porque parece indicar que “el altruismo ex post reduce la efectividad de fijarnos objetivos altruistas ex ante” ya que el perdedor, conforme al principio de igualdad de oportunidades, sabe que, una vez que se haya revelado como perdedor, los que deciden  no mantendrán su criterio y acabarán dándole el dulce. ¿Se acuerdan de la parábola de los jornaleros?

 

James Andreoni Deniz Aydın Blake Barton B. Douglas Bernheim Jeffrey Naecker 

When Fair Isn't Fair: Sophisticated Time Inconsistency in Social Preferences

Maximizar los beneficios y conductas racionales



(es el de la derecha, el de la izquierda es Yoram Barzel)

En su libro The Economics of the Business firm. Seven Critical Commentaries, Harold Demsetz dedica el cuarto de sus capítulos (aquí los dos primeros en acceso libre) al examen de la cuestión de si las empresas maximizan beneficios y a las críticas a la racionalidad de la conducta de las empresas y de los individuos. Leído con el primero, su exposición acerca de

la concepción de la empresa en la teoría económica neoclásica


(unidad especializada de producción) resulta luminosa porque “mejora” y corrige la concepción coasiana y, en lo que a mí más me interesa, explica por qué esta concepción no exige concebir la empresa como producción en grupo. Sólo como producción para terceros. Sucede, sin embargo, que las economías de escala favorecen la creación de empresas – de unidades de producción – que están formadas por grupos de personas, lo que amplía la teoría de la empresa para examinar cómo se articulan las relaciones entre los distintos miembros del grupo. Pero – importa subrayarlo – lo que define a la empresa, frente a los hogares, familias o individuos, es que no produce para consumir, como lo hacen los grupos primitivos, las familias o los individuos. Produce para intercambiar lo producido en mercados competitivos de los que recibe una retribución. De estas cuestiones nos ocuparemos en algunos trabajos próximos al hilo del estudio del papel de la moral en la actividad empresarial y el interés social como interés de los accionistas en maximizar el retorno de su inversión y al hilo del estudio del papel que ha jugado la personalidad jurídica en la evolución del Derecho de Sociedades.

Ahora, nos limitaremos a resumir el capítulo de Demsetz porque no hay nada mejor que aprovecharse de una mente privilegiada como la de este economista para entender a bajo coste problemas importantes.

Explica Demsetz que su amigo Alchian propuso sustituir la maximización de los beneficios por

la obtención de beneficios positivos


como criterio para explicar el comportamiento de las empresas. La imposibilidad de una conducta racional por parte de las empresas por los elevados costes de información y por la incertidumbre que rodea la actividad de las empresas justificaría tal sustitución.
Demsetz dice lo siguiente:
“El criterio de los beneficios tiene a su favor que suena plausible. Las empresas que obtienen beneficios no acaban en quiebra. Sobreviven, lo que les permite volver a <> el juego económico una vez más. Pero hay empresas con beneficios que desaparecen probablemente porque prevén resultados poco halagüeños. Y las empresas que tienen pocos beneficios tienen más dificultades que las que tienen altos beneficios para obtener capital y los demás recursos que necesitan, porque la probabilidad de que quiebren se considera mayor por parte de los titulares de tales recursos. De manera que, a pesar de la confianza de Alchian en los beneficios obtenidos como el criterio relevante de selección, el entorno económico parece decidir a quién entrega los recursos, más sobre la base de los beneficios futuros que sobre los pasados. Los dueños de los recursos se comportan como si persiguieran beneficios más altos, no sólo beneficios… Alchian podría alegar que los dueños de los recursos que, por casualidad, prevén mejor el futuro, amasan una cantidad mayor de recursos mientras que los recursos de los demás se agotan”
Esto tiene poco con la selección natural y con la evolución porque, al margen de que las empresas no se reproducen como los organismos,
El criterio de Alchian de los beneficios positivos no es exógeno y es una característica, no de los seres humanos, sino del sistema capitalista”.
La decisión de los titulares de los recursos de invertir en empresas que generan beneficios y no hacerlo en las que tienen pérdidas parece que se explica desde una conducta maximizadora de los beneficios. Por lo tanto, en la medida en que estos titulares de los recursos los pongan a disposición de las empresas sobre la base de la maximización de los beneficios, no puede decirse que la asignación de los recursos sea aleatoria o casual.
Y añade
No hay nada de necesariamente irracional o ineficiente en haber tomado decisiones que luego se lamentan. Pero la emoción del arrepentimiento es difícil de interpretar sino como un reflejo de un deseo creado evolutivamente de actuar racionalmente. El fracaso conduce a la insatisfacción y la insatisfacción motiva la voluntad de cambiar… La capacidad para estar insatisfecho y de intentar hacer algo para reducir la insatisfacción, probablemente imitando a otros, puede ser el producto de una conducta evolutiva. Si lo son, no se hace mal servicio a las Ciencias Sociales si partimos de asumir que la gente tiene la capacidad de permitirse elecciones racionales y, frecuentemente, actúa racionalmente.
En cuanto

a los límites a la racionalidad


repasa las concepciones más difundidas: Knight (que distingue riesgo e incertidumbre sobre la base de la “imposibilidad de hacer un cálculo racional” de los eventos inciertos pero sí – y asignar probabilidades – de los eventos arriesgados, Alchian y Leibenstein, que atribuyen las conductas irracionales a defectos de información e incentivos mal diseñados respectivamente y Simon que atribuía la irracionalidad del comportamiento humano a lo limitado de nuestras capacidades mentales. En común, estas teorías conducen a explicar que los humanos a sustituyen las decisiones maximizadoras por decisiones satisfactorias o aceptables porque nuestro cerebro no puede resolver racionalmente problemas complejos, de manera que aceptamos resultados que no son óptimos pero que exceden el estándar subjetivo de mínima satisfacción aceptable.
“las perspectivas de Knight y Simon exigen aceptar discontinuidades en la conducta humana que impiden (la conducta racional). Para Knight, la discontinuidad aparece cuando la experiencia es insuficiente para superar el umbral requerido para calcular el riesgo; en ese punto, la respuesta racional es sustituida por una emocional. Para Simon, tal cosa ocurre cuando se cruza la línea entre problemas simples y complejos, línea en la que la conducta satisfactoria o aceptable sustituye a la conducta maximizadora. ¿Pero por qué no podemos asumir continuidad, es decir, suponer que conforme adquirimos más experiencia o mayor capacidad de “computación”, pasamos de una incertidumbre a un riesgo o de una conducta satisfactoria a una conducta maximizadora?
Y añade
“Las emociones juegan un papel más importante en la toma de decisiones cuando la experiencia es escasa y los problemas son más complejos. Pero no hay conflicto con la decisión racional. Una conducta racional ahorra en esfuerzo de racionalidad… las emociones reflejan una racionalidad oculta…” 
Y observaremos una mayor varianza en las decisiones correspondientes, varianza a la que se añade la derivada de las distintas capacidades y experiencias humanas…”Las decisiones no se toman nunca en ausencia de cualquier conocimiento y nunca son tan complejas como para que analizarlas racionalmente no pueda mejorarlas”, de manera que las ideas de Simon sólo nos sirve para recordarnos que el acto de pensar no está exento de costes. A partir de aquí realiza una crítica de la

psicología y la economía del comportamiento


que – creemos – ha sido aceptada por los especialistas. Aborda la cuestión a partir de los costes de pensar racionalmenteLos costes de pensar racionalmente: los llama “costes de comprender” Y son de dos tipos: el coste de oportunidad derivado de la posibilidad de utilizar nuestro cerebro para fines emocionales como amar, odiar y disfrutar o dormir y el coste de pensar lógicamente en otros problemas: “la competencia perfecta… trata la comprensión de los problemas como si fuera gratis… Knight and Simon… se van al otro extremo y la tratan como si fuera infinitamente costosa”. Y los casos extremos son menos interesantes que los intermedios. El coste de comprender viene determinado por la inteligencia de una persona, el valor del tiempo empleado en preocuparse de un problema y el capital mental adquirido previamente al examinar hechos parecidos. Y los individuos son diferentes en esas tres dimensiones.

Además está el problema de las percepciones, una maquinaria distinta de la que usamos para calcular(¿está hablando de los sistemas 1 y 2 de Kahneman?)
“cuanto más costoso sea utilizar la maquinaria de calcular de la mente, mayor será la confianza en la percepción cuando se toman decisiones… La percepción es productiva cuando afronta razonablemente bien en media situaciones a las que la gente se enfrenta frecuentemente y respecto de las cuales el sujeto no es un especialista ni pretende serlo”
Si las condiciones en las que se produce esa situación son estables, las decisiones serán mejores pero como no podemos revisar nuestras percepciones cada vez que tomamos una decisión, es lógico que aceptemos una buena cantidad de errores antes de variar aquellas y repasa la paradoja de Ellsberg concluyendo que la reacción de la gente es racional al usar una regla heurística:
“cuando tenemos que optar entre alternativas que parecen semejantes pero de las que tenemos distintos niveles de información, elegimos la alternativa respecto de la que sabemos más”.
Y explica la racionalidad de la regla en términos sociales:
“elegir esta alternativa deriva no tanto de una supuesta aversión a la ambigüedad como de las numerosas ocasiones en las que las personas han realizado malos tratos con otros individuos que poseían más información que ellos”
No elijas nunca “la urna más desconocida”, ni siquiera trates las dos urnas como igualmente atractivas “sin considerar más detenidamente qué te están proponiendo y quién te lo está proponiendo. 

La mayoría de estos experimentos implican obligar a la gente a hacer comparaciones que no son obvias o reconocibles y que requieren comparaciones que implican cálculos basados en resultados probabilísticos.

No sólo levantan sospechas en la mente del que ha de elegir respecto de qué se trata, sino que invitan a cometer errores aritméticos. Y critica el experimento de Tversky y Kahneman 1981 (problem 3) que se supone demuestra que, según el contexto en el que se plantea una decisión, varía esta de forma incoherente diciendo es que 1º es una decisión hipotética (los participantes no se jugaban nada que les indujera a invertir en convertirse en unos expertos en tomar tales decisiones correctamente y, sobre todo, que las respuestas están tan próximas en número que “los resultados demuestran una actitud coherente respecto a cuando merece la pena permitirse cometer errores”
“Me resulta llamativo que los investigadores que estudian la racionalidad humana… presten más atención a las decisiones que se toman en situaciones complejas que a las que tomamos en circunstancias simples. Por ejemplo, decidir entre una ganancia de 1000 con total seguridad y una ganancia de 0 con total seguridad me parece un test más claro para determinar si alguien necesita asistencia psiquiátrica que si se plantea una opción con idénticos resultados pero envuelta en manipulación aritmética. Y, sin embargo, se da preferencia al segundo sobre el primero cuando se estudia la racionalidad…. las cuestiones más complejas parecen utilizarse para evaluar actitudes frente al riesgo, pero también estas pueden plantearse en términos simples: ´<<¿Qué prefiere, las mismas posibilidades de una ganancia o una pérdida de 50 o las mismas posibilidades de una ganancia o una pérdida de 500?>> Plantear la pregunta en térmijnos simples nos permite deducir con más seguridad que la racionalidad no está siendo ocultada por la ausencia de incentivos, problemas de cálculos o sospechas respecto de lo que hay en juego en la decisión”

O sea, “la comprensión completa de cada problema que implica una elección” no es un requisito para que podamos hablar de conducta racional. Es racional cometer errores.

Y lo mismo para el endowment effect. Deberíamos preocuparnos más por estudiar las percepciones y las reglas heurísticas que configuran la racionalidad humana tal como resulta de la evolución. 

sábado, 19 de diciembre de 2015

Las políticas educativas que funcionan



Actualización: a este joven profesor le han dado la medalla John Bates Clark que se considera como una especie de preselección de los que alcanzarán el Nobel algún día. En la revista Journal of Economic Perspectives—Volume 30, Number 1—Winter 2016—Pages 207–224, Lawrence F. Katz dedica un artículo a explicar las aportaciones de Roland Fryer. Básicamente: explicar el menor rendimiento escolar de los negros respecto de los blancos y analizar las propuestas de reforma educativa mediante estudios empíricos que permitan evaluar sus resultados. 
De esos estudios, sacó sus 5 puntos para una reforma educativa exitosa: 
  • feedback frecuente a los estudiantes por parte de los profesores; 
  • el uso de datos para guiar la enseñanza; 
  • tutorías individuales; 
  • más tiempo en clase y 
  • expectativas elevadas respecto de los estudiantes. 
Los resultados fueron una mejora en matemáticas pero no en lectura. Y los resultados de las peores escuelas mejoraron espectacularmente si se introducía la tutoría individual de los alumnos en riesgo de abandonar la escuela tempranamente, tutores que no tienen por qué ser los maestros. Pueden ser - como ocurría (no sé si sigue ocurriendo) en España - "profesores particulares" que se pueden buscar entre licenciados o estudiantes universitarios.

Otro ámbito en el que ha hecho aportaciones importantes es el de la evolución cultural ("acting white"), en parte relacionado con el intenso deseo humano de encajar en el grupo, los más talentosos de entre un grupo discriminado (los negros, en este caso) pueden escapar de este deseo e integrarse exitosamente en la sociedad en general. Pero los que están en el grado medio de habilidades y talentos pueden preferir rendir por debajo de sus posibilidades si ello reduce la disonancia con el grupo en el que desean estar perfectamente integrados. En el estudio de campo realizado para comprobar la coherencia del modelo, los resultados indicaron "un impacto positivo menor de las buenas notas en la popularidad escolar de los chicos negros cuando la escuela era más multirracial en su alumnado".

También las ha realizado en el ámbito de la affirmative action y en el de la segregación racial ("an individual is more segregated the more segregated are the agents with whom he or she interacts")

viernes, 18 de diciembre de 2015

Las cien primeras páginas del libro de John Kay



Cuando nos arriesgamos sin ganancia 

Uno de los muchos factores que distingue a Sandy Weill y a los que se adhieren a la idea “nosotros somos Wall Street” del empleado de banca tradicional … es su actitud frente al riesgo. El riesgo se consideraba anatema para las anteriores generaciones de banqueros: si un préstamo se consideraba arriesgado, simplemente no se daba. Por supuesto, esos viejos banqueros se equivocaban, a veces, y los prestatarios no devolvían el préstamo, pero no se hablaba de un <>, ni de provisionar fallidos, porque no se esperaba ninguno. En la era de la financiarización, los banqueros se enamoraron del riesgo. El riesgo era una fuente de beneficios y con la ayuda de los matemáticos de Larry Summers, podía ser calculado y gestionado. O no. 
La moderna Economía Financiera trata el riesgo como si fuera una mercancía cualquiera, es decir, como si fuera café o leche. Los individuos tienen preferencias y capacidades diferentes en su aproximación al riesgo y en su capacidad para gestionarlo, del mismo modo que tienen gustos diferentes respecto de la comida o del mismo modo que las tierras de los distintos agricultores son de distinta calidad o unos son más habilidosos que otros en la producción. Por tanto, intercambiar riesgos debe beneficiar a ambas partes como intercambiar leche por café beneficia a los que tienen leche y a los que tienen café… así que cuanto mayor sea el volumen de los intercambios, mayor el bienestar social.
Pero el riesgo no es como el café o la leche. No podemos hacer desaparecer el riesgo como sí podemos dejar de cultivar café o producir leche. Con el riesgo, lo único que podemos hacer es distribuirlo entre mucha gente. O sea, asegurarlo. Y la forma más sana de hacerlo es mutualizándolo. Cuando se convierte en una mercancía, se reasigna el riesgo, pero necesariamente esa reasignación ha de ser menos eficiente que la mutualización. Porque, por definición, la mutualización supone distribuirlo entre un número suficiente de individuos u hogares para los que, en conjunto, el siniestro, de producirse, no tiene consecuencias catastróficas, consecuencias que sí tendría si recayera exclusivamente sobre un individuo u hogar concreto. Aunque el que “compra” el riesgo esté en mejores condiciones de soportarlo – porque él puede diversificar – que el que lo transmite, esa transferencia del riesgo tiene siempre, como alternativa disponible para el sometido al riesgo, la mutualización directa (creando una mutua) o indirecta poniendo como intermediario a la compañía de seguros con forma de sociedad anónima.

Cuando algunos miles de holandeses compraron acciones de la VOC allá por 1602, estaban mejorando la asignación de los riesgos de la aventura asiática de los mercaderes cum militares holandeses, distribuyéndola entre todos los accionistas que, naturalmente, no sufrirían pérdidas catastróficas si se “destruía” la VOC. Pero cuando los que compran los riesgos no son grandes grupos de individuos o compañías de seguros, nos “arriesgamos” al error de cálculo del riesgo por parte del comprador – que no es, la mayor parte de las veces un experto actuarial aunque solo sea porque muy pocos de entre nosotros son actuarios – y que son menos capaces de gestionar el riesgo y, lo que es peor, estamos generando una demanda de riesgos, de manera que se generará una oferta correspondiente. Empezaremos a ver “fabricantes de riesgos para ser transferidos”.

Pero, podría decirse, también los mercados sobre acciones son mercados que “precian” las empresas a base de incorporar información, lo que supone que hay diferencias en la información de la que disponen comprador y vendedor o en la percepción que tienen de la evolución futura de la empresa en la que invierten o desinvierten. Y es así. Por eso en todos los mercados financieros hay burbujas y un volumen de ganancias y pérdidas de envergadura muy superior al valor de los activos que se intercambian. Añádase la sobreconfianza y la ilusión de control y tenemos una imagen más clara de por qué los intercambios de activos financieros no funcionan igual que los intercambios de bienes o servicios.

Los que participan en los mercados financieros – dice Kay – actúan como si fueran racionales cuando, en realidad, lo hacen como el que compra billetes de lotería. Los que compran lotería lo hacen a sabiendas de que no es racional hacerlo porque lo que buscan es un sueño y eso les hace sentir bien. Los financieros están en la misma situación pero creen que actúan racionalmente. Y que se produzcan frecuentemente ganancias les confirma en su idea equivocada de que obtenerlas es cuestión de habilidad y cálculo racional. Pero, en buena medida, están embarcados en juegos suma cero o, en el mejor de los casos, de suma levemente positiva. Cuando intercambiamos mercancías – café, leche – los intercambios generan ganancia porque las transacciones se basan en diferencias en preferencias (me gusta más el café q la leche) y en habilidades (me he especializado en producir café y puedo producirlo a menor coste que el que me lo compra). Cuando se intercambian activos financieros, las transacciones se basan sólo en diferencias en información (el que vende sabe más sobre el valor del activo que el que compra)
“Financial Economics mistook transactions based on differences in information and its interpretation for transactions based in differences in preferences and capabilities”
Pero estos juegos se juegan una y otra vez porque los que pierden no son siempre los mismos, en cuyo caso, acabarían por abandonar el mercado o quebrar. Los únicos que ganan son los que intermedian en estos tratos. Dice Kay, estos intermediarios, pueden diseñar estrategias para hacer dinero a costa de los que realizan los tratos.

John Kay cuenta cómo fue posible que el Derecho legitimara los CDS (permutas de riesgo de crédito) que, como es sabido, se convirtieron en las “armas financieras de destrucción masiva” una década después. Un jurista inglés llamado Robin Potts emitió un dictamen a instancias de la ISDA sobre si lo que se hacía con estos productos era apostar o asegurar. Si fueran apuestas, no darían acción para exigir su cumplimiento (y, sobre todo, no nos permitirían jugar a crédito o, en general, con el dinero de otros) y si fueran seguros, solo las compañías de seguro podrían “comprar” esos riesgos, esto es, asegurar. Potts dijo que no eran ni lo uno ni lo otro con lo que se evitó, para siempre, que se prohibieran o que se sometieran a la estricta regulación del seguro. O aún mejor, del reaseguro, para dedicarse a lo cual, el volumen de reservas y capital exigido es enorme.

John Kay, Other People’s Money, 2015

Discurso de Albert Rivera al cierre de la campaña electoral

Obviamente, el autor de lo que sigue no es Albert Rivera


Hemos hecho una mala campaña. Tras las elecciones catalanas, las encuestas nos hicieron creer que podíamos ser segundos cerca del PP. Y no debimos creérnoslo. Ciudadanos no es un partido con vocación inmediata de gobierno. Ciudadanos gobernará España en unos años, pero que no te lleguen los premios ni los encargos demasiado pronto. Porque multiplicas las posibilidades de fracaso. No se puede poner a un niño a manejar una central nuclear, aunque el niño sea el más listo de su clase, de su colegio o de su país y se haya empollado muchos libros de física nuclear. Hemos construido el partido al tiempo que nos presentábamos a una elección tras otra. Hemos cometido errores graves en la selección de los candidatos en algunas provincias y localidades. No es que se nos hayan colado corruptos, que alguno ha habido. Es que se nos han colado tontos y gente que no sabe qué es y por qué existe Ciudadanos. Es el precio que pagas por hacer las cosas muy deprisa.

Por ejemplo, Ciudadanos está por la ley de plazos. Los que quieren una ley de indicaciones en relación con la penalización del aborto deben votar a Vox y, en su defecto, al PP. El modelo del PP en materia de aborto es el de las indicaciones. Han mantenido la ley socialista por simple conveniencia electoral. Lo mismo con el matrimonio homosexual o con la violencia de género. El PP no es un partido de principios. El PP es un partido que pone por delante, siempre, la conveniencia electoral y las buenas relaciones con los poderosos. Su legislación siempre favorece a algún grupo próximo. Y todos sus nombramientos se explican como pago de favores o como adelanto de favores futuros. Y cuando, por error, nombran a alguien decente y competente para un puesto, le obligan a dimitir.

Por no hablar de su corrupción estructural durante más de treinta años. Rajoy es un político indecente pero no porque haya robado sino porque ha presidido un partido que se ha financiado delictivamente aceptando sobornos y pagando sus facturas con dinero procedente de la comisión de delitos a ciencia y paciencia de su cúpula directiva.

Procesaron a su tesorero en los años noventa – caso Naseiro – y, cuando consiguieron su absolución porque se anularon las pruebas ¿qué hizo el PP? Sustituirlo por el segundo de Naseiro para que siguiera haciendo lo mismo. Y así durante veinte años más. Rajoy era amigo íntimo de Bárcenas. Bárcenas era uno de los del círculo con el que cenaba Rajoy a menudo. Y cuando llega Cospedal a la secretaría del partido y trata de limpiar la casa (Cospedal, antes de que se echara a perder y se volviera tan desvergonzada como el resto de la cúpula del PP era una funcionaria que no había visto en la Administración central porquerías semejantes a las que vio cuando llegó a la secretaría del PP), la desautorizan. Con Bárcenas no se juega. Sólo así se explica el SMS de Rajoy. 

Un político decente, uno que no hubiera sabido que Bárcenas recibía sobornos de constructores y empresas de obras públicas, no le hubiera escrito “Sé fuerte”. Le hubiera escrito “Hijodeputa, ¿cómo nos has hecho esto? Sal y cuenta que nosotros no sabíamos nada”.

También nos hemos equivocado al exponernos tanto. Somos el único partido que se ha presentado a las elecciones con propuestas concretas en temas importantes: I+D, reforma laboral, fiscalidad (IVA especialmente)… Y, claro, cuando pones la cara, te la parten. No nos confundamos: los demás partidos no han presentado propuestas, sino objetivos sin explicar cómo van a conseguirse esos objetivos. “Vamos a fomentar la I+D” ¿cómo? “fomentándola” escribía alguien en twitter. Vamos a darle 1000 euros al mes a cada familia, vamos a derogar la reforma laboral, vamos a crear un millón de empleos públicos, vamos, vamos, vamos. Y cuando preguntas ¿cómo? aparece la varita mágica de acabar con el fraude fiscal y subirle los impuestos a los ricos. Dos mentiras. En España no hay más fraude fiscal que en países comparables y nuestros ricos – en ingresos – pagan tantos impuestos como en los países nórdicos. ¡Que se lo digan a los catalanes que ganan más de 60.000 euros al año!

En fin, nos hemos equivocado (o no) al adelantar propuestas – en las que creemos – que necesitan de más de un minuto para ser explicadas. Me refiero a la igualación de las penas por violencia en el seno de las parejas. Es imposible, dado como se celebran los debates públicos, que te permitan explicarte. Y es facilísimo llamarte machista a partir de que lances esa propuesta. Nadie dice que 200 jueces distintos creyeron que la ley era inconstitucional. Y que se discutió mucho sobre la bondad y la legitimidad de utilizar el sexo como criterio para determinar las penas. Nadie dice que España es un caso de éxito en la lucha contra la violencia de género. Que somos uno de los países europeos (que es tanto como decir, del mundo) con una tasa de asesinatos de mujeres más baja y que es difícil hacer comparaciones porque no todos los países registran cada caso de violencia machista como lo hacemos aquí. Si dices cualquier cosa de éstas, empiezan a gritarte. Y los gritos, siempre, siempre, impiden que se oigan las razones.

Y las últimas encuestas han reflejado nuestros errores. Pero no sólo ni principalmente. Lo que las encuestas de los últimos días reflejan es que el PP y Podemos han conseguido polarizar al electorado. Votantes de centro están pensándose votar al PP tapándose la nariz ante el temor a un gobierno en el que participe Podemos. Y los votantes más izquierdistas del PSOE prefieren, como siempre, el “original” a la “copia”, por lo que se han desplazado a Podemos. Eso es malo para España y es malo para la gobernabilidad futura.

Pero tiene un lado bueno. Vamos a decir a los votantes que Ciudadanos no aspira a gobernar en esta legislatura. Que queremos ser decisivos para asegurarnos que el próximo gobierno de España es un gobierno limpio y reformista. Que se hacen las reformas necesarias para aumentar la cohesión y la cooperación entre españoles y el bienestar de todos. Que los cargos públicos se cubren de acuerdo al criterio de mérito y capacidad. Que los servicios de empleo funcionan y ayudan a la gente a encontrar trabajo. Que los servicios sociales impiden que alguien duerma en la calle o no pueda encender la calefacción. Que se cierran todas las televisiones públicas y todas las Diputaciones y se acaba con los partidos como agencias de colocación. Que se racionaliza la prestación de servicios a los pueblos. Que ser presidente de una constructora o de un club de fútbol vale cero ante la ley y ante las administraciones públicas. Que no se socializan los riesgos y se privatizan los beneficios cuando se construyen infraestructuras públicas. Que se premia el esfuerzo y se da autonomía a las escuelas para que sean los maestros y los padres los que decidan y no los políticos, qué y cómo se enseña. Que se cuenta con los funcionarios para el diseño y ejecución de las políticas públicas. No con los colocados por Susana Díaz o por Mas o por Camps. Con los funcionarios.

Si los ciudadanos nos creen, podremos obligar al PP o al PSOE a gobernar, tal vez por última vez, limpia y eficazmente. Nosotros no queremos cambiar el mundo. Nosotros no queremos hacer un país nuevo. Nos gusta España. Y nos gusta verla mejorar, no decaer. Nos gusta contar con todos y aumentar el nivel de cooperación entre los españoles. Todas nuestras propuestas van en esa dirección. Mejor o peor explicadas y mejorables, sin duda.

Vamos a por 70 escaños. Con 70 escaños seremos decisivos, sí o sí. Menos de 70 será un pequeño fracaso. Menos de 50, un gran fracaso. Pero el éxito se medirá porque seamos decisivos para el próximo gobierno. Repito. No vamos a gobernar salvo que seamos los más votados, lo que, a la vista de las encuestas, es altísimamente improbable. Pero tenemos que ser decisivos para evitar que las mejoras que se han logrado en las tres décadas de democracia degeneren en un país que no cumple con sus obligaciones, acostumbrado a la corrupción y al despilfarro y gestionado por incompetentes cuyo modelo es el del perfecto idiota latinoamericano.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

¿Hay una fotocopiadora en su oficina? vía @ericAPosner

Nuestros muertos

Aunque los hayamos querido igual, nos duele más la pérdida de aquellos cuyos cuerpos se mueren antes que sus cabezas que la de aquellos cuyas cabezas se mueren antes que sus cuerpos. Los segundos se fueron habiéndonos dado todo lo que tenían. Los primeros podían habernos dado mas. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Por qué no soporto a Ada Colau




En el blog he escrito, a menudo, sobre Podemos. Casi siempre muy críticamente. La evolución de las encuestas me tranquilizó. El riesgo de que acabásemos gobernados por este grupo político se alejaba. He dado suficientes razones – creo – que justifican mi afirmación de que Podemos es una pésima alternativa de gobierno para España. No están en la idea de hacer de España un país mejor, uno en el que cooperar para maximizar el bienestar de todos sea el objetivo de la política, uno en el que abandonemos la lucha de unos contra otros  e incrementemos el volumen y la intensidad de la cooperación. Siempre se lucha contra otros, no se lucha contra el mal ni se lucha contra la injusticia, ni contra la desigualdad, ni contra la corrupción. Se lucha contra tu vecino o contra el vecino de tu vecino.

Cooperar significa cumplir con la golden rule: haz a los demás lo que quisieras que los demás hicieran contigo. Y, cuando de cooperar en el seno de un grupo se trata, la regla de oro es
“contribuye a la producción común como querrías que los demás hicieran; abstente de las conductas que reduzcan la producción común como querrías que hicieran los demás y reparte igualitariamente lo producido”
La cooperación dentro de un grupo maximiza el bienestar de todos. Reduce los riesgos a los que están sometidos (¿y si mi hijo tiene un cáncer? ¿y si me quedo sin trabajo?) porque el grupo “asegura” a cada uno de sus miembros y garantiza que la tarta se hace lo más grande posible. Los grupos que no cooperan bien acaban disgregándose o, en el peor de los casos, conquistados o engullidos por otro grupo con más capacidad de cooperación.

¿Cuál es el cáncer de la cooperación dentro de los grupos?

Los gorrones y los cizañeros 


Los gorrones son los que quieren recibir los beneficios de pertenecer al grupo sin poner de su parte. Los que creen que tienen derechos por el simple hecho de pertenecer al grupo y con independencia de que contribuyan o no a aumentar la producción. Los que no creen que tengan obligaciones. Los que se escaquean.

Los cizañeros son los que creen que no se trata de cooperar, sino de “luchar”. De vencer a un enemigo que está entre nosotros. Los que piensan que unos ciudadanos explotan a otros a pesar de las leyes y la Constitución. Los que apuntan, entre sus conciudadanos, a otros como culpables de los males que afligen a aquellos. Los que, con excusas benevolentes, contribuyen y disfrutan del enfrentamiento civil. Los que no quieren que haya acuerdos que alcancen a todos.

Es difícil que alguien muy inteligente se convierta en un gorrón o en un cizañero. El gorrón y el cizañero han de ser astutos, pero no tienen por qué ser inteligentes. Una sociedad poblada de gente inteligente no permitirá la proliferación de gorrones y cizañeros. Sabe que le va la supervivencia y el florecimiento del grupo en ello y que si, por el contrario, los gorrones y cizañeros se multiplican, acabarán con el grupo antes que el grupo pueda acabar con ellos. En los grupos humanos primitivos, donde el riesgo de extinción era cotidiano, las sanciones para los gorrones y cizañeros eran expeditivas y brutales. En los grupos modernos, la multiplicación de los gorrones y de los cizañeros conduce a la decadencia del grupo. Los más morales, productivos e inteligentes, simplemente, lo abandonan. El PP y el PSOE han sido castigados porque se habían convertido en bandadas de gorrones aposentadas sobre el presupuesto público. 

Pero Ada Colau representa, en una sola persona, al prototipo del gorrón y del cizañero. No ha vivido de su trabajo ni un solo día de su vida. Ha vivido del Estado social y de sembrar cizaña entre los españoles. Le pagamos su carrera – que no terminó – y una estancia en el extranjero que no parece que le sirviera de mucho. No ha aprendido nada, ni siquiera las cosas que le habrían de ser útiles para estar en la vida pública. Su vocación era ser actriz y, tras fracasar en el séptimo arte, ha puesto éste al servicio de una actividad mucho menos noble. Se ha dedicado a enfrentar a unos españoles con otros. A llamar criminales a los que representan a la mayoría de los ciudadanos, a insultar a sus contrincantes políticos acusándoles ¡de ser del otro bando! a calificar de asesinos a los que prestan dinero. Su actuación respecto de la bandera y los símbolos españoles en Barcelona es un ejemplo señero. Se ha dedicado a decirle a los más desfavorecidos que les va mal porque hay conciudadanos suyos que buscan dolosamente que les vaya mal. Y a azuzar el enfrentamiento civil. Y unos cuantos intelectuales nos la presentan como la buena nueva de la política.

Lo peor de su discurso es que no afirma que haya que usar lo que es de todos para ayudar a los que están peor. Eso es lo que decía la izquierda tradicional. No. Ella quiere que les demos a unos lo que es de otros ¡quitándoselo!. Lo quería hacer con las viviendas y lo quiere hacer con la luz, el agua, la calefacción. ¿Por qué no pueden los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas crear un fondo con cargo a impuestos para proveer a los más pobres de estos servicios? Porque eso sería un gesto de cooperación entre los miembros del grupo y, como acabo de decir, lo que el cizañero quiere es que se lo den a uno quitándoselo a otro. Solo así el que lo recibe no estará agradecido al que da o al grupo en el que vive. Le estará agradecido a ella. Solo así se hará justicia, es decir, venganza. El cizañero no quiere que las relaciones dentro del grupo sean armoniosas y basadas en la cooperación y el consenso. Quiere justicia, como Shylock, aunque el daño que se cause supere, en mucho, el beneficio que se proporciona.

Ada Colau es una ignorante. No sabe nada de cómo funciona el servicio de la electricidad en España pero va a un programa sobre la “pobreza energética” (como si fuera una pobreza distinta de la pobreza sin adjetivos) donde explica lo que no ha hecho por los habitantes de su ciudad porque, en su opinión, no son los poderes públicos los que deben velar porque no haya ningún ciudadano sin servicio eléctrico en su casa. En su opinión, son los que proveen la electricidad a cambio de un precio – como debe ser si no queremos que deje de haber electricidad para nadie al poco tiempo – los que deben proporcionar, gratis, el servicio a los seguidores de la mayor cizañera del reino. ¡Es un derecho básico! (cita los acuerdos internacionales que, naturalmente, no dicen que un particular deba proporcionar un bien o servicio a otro gratuitamente por muy básico que dicho bien sea). Y se olvida de que, para que todos tengan las necesidades básicas cubiertas es para lo que pagamos impuestos.

Las relaciones sociales, para los cizañeros, son juegos suma cero. Y Ada Colau promete, a los que tienen menos, que los que tienen más “saldrán perdiendo”. Lo que no les dice, es que tampoco ellos saldrán ganando. Porque, a diferencia de los tiempos prehistóricos, los ricos nunca pierden. Simplemente, cambian su domicilio y se van a otro grupo donde la cooperación sea mayor. 

Entonces, pero solo entonces, todos esos que miraban a Ada Colau como miraban los argentinos a Evita Perón, se darán cuenta de que Ada Colau es un Perfectus Detritus. Y con los detritos, lo  que hay que hacer es apartarlos rápidamente al lugar más alejado posible. Porque huelen mal, son incomestibles y nada bueno resulta de seguir tratando con ellos. Por eso no soporto a Ada Colau, no porque, además, quiera acabar con España proclamando la independencia de Cataluña.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Producción en grupo e intercambios en el mercado

En este enlace se encuentra la presentación que utilicé en el coloquio sobre Desigualdad y riqueza celebrado en la UAM el pasado 20 de octubre. Las conclusiones son las siguientes:


Las dos formas básicas que adopta la cooperación entre los seres humanos son los intercambios y la producción en común. Las reglas morales que son necesarias para sostener los intercambios y para sostener la producción en común son distintas porque también son distintos los beneficios de la cooperación de una y otra forma. En el caso de la producción en común o en grupo, la cooperación tiene como finalidad maximizar la producción, esto es, obtener las ventajas de las economías de escala. En el caso de la las transacciones de mercado, esto es, de los intercambios, la cooperación tiene como finalidad realizar las ventajas de la especialización y de la división del trabajo. La empresa, como unidad de producción, ocupa una posición única desde esta perspectiva. En cuanto unidad de producción de bienes y servicios para el mercado, la empresa se equipara a un individuo que participa en los intercambios y que está sometida, pues, a la moralidad del mercado que, de acuerdo con las concepciones preferibles, no requiere de normas morales en el sentido de autorrestricción por parte de los participantes en el mercado de sus propios intereses. Pero la empresa implica, también, producir en grupo. La consecución de las ventajas de la cooperación – de la producción en grupo – exige que los miembros del grupo restrinjan la persecución de sus propios intereses en aras de lograr la maximización de la producción, pero la empresa, a diferencia de los grupos humanos primitivos, es un grupo en cuyo seno hay especialización y división del trabajo, de modo que la moralidad de los intercambios – de los mercados – reduce muy significativamente la necesidad de la moralidad de grupo. Reglas morales siguen siendo necesarias para asegurar la retribución justa a cada uno de los factores de la producción que contribuyen a la producción de la empresa ya que ni los mercados – de los factores de la producción – proporcionan precios suficientemente buenos, ni el recurso al reparto igualitario es suficiente para evitar la “salida” del grupo de los que realizan la aportación más valiosa a la producción. 


¿Por qué unas sociedades son más ricas que otras?


Esta es la pregunta que llevan haciéndose economistas, sociólogos, antropólogos y estudiosos de la evolución biológica y cultural desde hace décadas. El planteamiento que se ha hecho en estas páginas puede iluminar en algún sentido la discusión. Si son los grupos humanos más exitosos en articular la cooperación los más ricos, habrá que explorar las dos formas que hemos descrito en estas páginas que los seres humanos han “inventado” para producir, esto es, no sólo su capacidad para producir en común – para maximizar la producción del grupo y distribuir igualitariamente lo producido – sino su capacidad para extender en tamaño y “perfección” los mercados donde los miembros de ese grupo intercambian lo producido especializadamente. De manera que las comparaciones entre sociedades no pueden hacerse examinando, exclusivamente, los parámetros que indicarían que se trata de una Sociedad cuyos miembros cooperan mejor como grupo o que se trata de una Sociedad cuyos mercados funcionan más eficientemente. Una vez que se ha eliminado la violencia de las relaciones sociales, unas Sociedades aprovecharán mejor que otras las ventajas de los intercambios porque sus mercados permiten extraer, en mayor medida, las ventajas de la especialización y la división del trabajo pero es posible que no sean tan eficientes en la producción de los “bienes sociales” que siguen produciéndose en grupo, esto es, bienes que no son objeto de producción individual e intercambio en los mercados. La combinación de la producción en grupo y los intercambios debe variar de Sociedad a Sociedad y el resultado, en términos de bienestar social, también. Puede que los Estados Unidos posean los mercados más eficientes, lo que hace que sean la Sociedad más rica. Pero otros países – Japón – produce mejor en grupo, de manera que son más “ricos” en relación con los bienes sociales que son objeto de producción en grupo: en términos de seguridad física, longevidad, etc. El teorema de la mano invisible nos garantiza la maximización de la producción de bienes y servicios en una Sociedad. Pero no sólo de pan vive el hombre. 

sábado, 12 de diciembre de 2015

La Economía es la reina de las ciencias sociales, tal vez


Economics is a collection of models, along with a system of navigation among models

La idea más importante contenida en el libro de Rodrik es que la Economía es una Ciencia Social, no una Ciencia sin apellidos. Y las Ciencias Sociales no funcionan exactamente igual que las Ciencias sin apellidos. El libro va de "modelos" que es lo que hacen los eocnomistas. Nos recuerda la historieta de Borges sobre los mapas: un mapa que refleje exactamente la realidad es inútil porque tendría que ser a escala 1:1 y dejaría de ser un mapa para ser el territorio reproducido en él. Los economistas construyen modelos de la realidad para simplificar ésta y hacer tratables los problemas que estudian. El problema de los economistas ha sido su excesiva influencia en las políticas públicas. Era, probablemente, inevitable. Al fin y al cabo, sólo los economistas y los juristas se ocupan casi exclusivamente de las relaciones de cooperación y competencia entre los individuos que forman una Sociedad.

Buena parte del libro está dedicada a explicar qué son los modelos y para qué sirven y para qué no sirven. Y a advertirnos de lo necesario de disponer de cuántos más modelos, mejor. La Economía – como el Derecho – avanzan horizontalmente, no verticalmente. Porque la realidad que estudian no es sólo de una variación casi infinita, sino porque el objeto de estudio cambia geográfica y temporalmente. La carrera de Rodrik en el ámbito de la Economía del Desarrollo explican su aproximación a la Metodología. Con buenos resultados:
“El conocimiento se acumula en la Ciencia Económica no verticalmente, al sustituir los modelos existentes por otros mejores, sino horizontalmente, al añadir nuevos modelos que explican aspectos de lo que observamos en la realidad que no habían sido contemplados por los anteriores. Los nuevos modelos no reemplazan realmente a los antiguos. Proporcionan una nueva dimensión que puede ser más relevante en determinados contextos
Y, progresamos porque entendemos más “trozos” de la realidad. Pero no descubrimos “leyes de la naturaleza (de la sociedad)”, descubrimos y entendemos las “posibilidades de la Sociedad”. Los economistas – como los juristas – forman reglas o principios a partir del análisis de “casos

El pecado original de los Economistas se encuentra en su mayor éxito intelectual: la teoría del equilibrio general, la prueba matemática de que, si los mercados funcionan de forma perfectamente competitiva, la riqueza de una sociedad se maximiza y no es posible reasignar, con ganancia, los recursos (la demostración matemática del Teorema de la mano invisible). Este modelo dio a los economistas “el” modelo para utilizarlo al examinar cualquier problema o institución. Sólo había que comparar el problema en cuestión con el modelo y extraer las consecuencias de policy ajustadas al modelo. Por ejemplo (p 17) ¿qué pasa si un país emergente empieza a recibir capitales desde el extranjero en grandes cantidades? ¿mejorará su tasa de crecimiento? Pues… depende, nos dice Rodrik si 

“el crecimiento de la economía (de ese país) está viéndose constreñido por la falta de fondos para ser invertidos o porque las inversiones generan una rentabilidad baja por culpa, quizá, de que los impuestos son demasiado altos”.
¿Se acuerdan de nuestra burbuja? La culpa fue de que teníamos demasiado crédito, no de que teníamos demasiado poco. 

Del mismo modo, los modelos que pretenden validez (utilidad) general se someten a la crítica que consiste en modificar las asunciones para ver si “sigue funcionando”. Y, cuando se demuestra que tal no es el caso, eso no conduce al modelo al cubo de la basura. Enriquece la caja de herramientas de los economistas salvo que bajo ningún conjunto de circunstancias el modelo permita explicar la realidad. Esta idea del avance “horizontal” nos ha parecido la más original del libro y la más valiosa para explicar el quehacer de otros científicos sociales. Ni siquiera el principio de la ventaja comparativa ni, por supuesto, el teorema de la mano invisible funcionan bajo cualquier conjunto de asunciones críticas.

Las cosas hay que hacerlas tan simples como se pueda, pero no más. La cita de Einstein nos la recuerda Rodrik al hilo de los modelos: un buen modelo es aquel que explica un “trozo” de la realidad. Modelos demasiado complejos, resultan intratables. Demasiado simples, inútiles. Tirando de Demsetz, nos explica que asumir que la gente se comporta racionalmente no es realista pero no hace ningún daño a la capacidad explicativa de un modelo que trata de explicar cómo funcionan mercados de productos de consumo competitivos, pero hará mucho daño si pretende explicar la conducta de los individuos en relación con su jubilación. La racionalidad es una “asunción crítica” en este segundo caso (“an assumption is critical if its modification in an arguably more realistic direction would produce a substantive difference in the conclusion produced by the model”) y, por eso, es imprescindible que el modelo sea realista en relación con dicha asunción. Como dice Pfleiderer comentando el cuento del economista, el físico y el químico en la isla desierta
"Un abrelatas asumido pero inexistente no abrirá una lata de sopa realmente existente... Si las asunciones críticas para el resultado son patentemente falsas, el modelo no será tomado en serio... Construir modelos teóricos es una labor que se realiza, a menudo, para entender las implicaciones - consecuencias - de un conjunto determinado de asunciones... que serán, o no, aplicables al mundo real... Cuando cogemos un modelo de la biblioteca de modelos y examinamos si es aplicable al mundo real, es razonable preguntarnos si está basado en asunciones que se corresponden con lo que sabemos que sucede en el mundo y capturan factores que son de una importancia de primer orden en el mundo real"... La cuestión no es si debemos juzgar la utilidad práctica y la aplicabilidad de los modelos por el realismo de sus suposiciones. Debemos hacerlo y lo hacemos habitualmente. La cuestión es cuándo la falta de realismo es relativamente inocua - son simplificaciones para hacer tratable y útil el modelo sin crear serias desconexiones con el mundo real y sin que nos lleve al mundo de la fantasía - y cuándo el tipo de suposiciones nos debería llevar a rechazar el modelo".
Las fábulas tampoco son realistas pero tienen valor para entender la realidad. Y lo que vale para los modelos, vale para los experimentos: los experimentos de la psicología o de la Economía no son experimentos científicos por las mismas razones.

La arrogancia de los economistas – nos dice Rodrik – se refleja en ignorar, cuando no despreciar, el trabajo de las otras ciencias sociales, arrogancia que se contrapone al extraordinario nivel crítico con que los economistas tratan a sus colegas. Citando a Pauli, Rodrik nos recuerda que hay mucha más pseudociencia y afirmaciones que “no son ni siquiera incorrectas” en otras ciencias sociales gracias, en buena medida, al rigor en la construcción de los modelos y al uso de las matemáticas que reducen las ambigüedades que son la madre de casi todas las confusiones. Seguimos sin saber qué pensaba realmente Schumpeter (el gran economista cuyos libros no contenían ecuaciones), pero sabemos exactamente por qué Rodrik o cualquier otro economista actual está equivocado en cualquiera de sus papers.

La otra idea central del libro de Rodrik también relaciona la Economía con otras Ciencias Sociales, especialmente, con el Derecho. No se trata sólo de avanzar construyendo más y mejores modelos, adaptados al trozo de realidad social que queremos explicar. Se trata de inventar los instrumentos que nos permitan “navegar” entre los distintos modelos, o sea, las “instrucciones” que nos permitan saber qué tipo de modelos explican mejor qué trozo de la realidad y elegir adecuadamente. Los juristas que lean estas líneas se sentirán reivindicados. Distinguir y situar adecuadamente la relación regla-excepción y los contornos – ámbito de aplicación – de cada regla o principio son las labores propias de los juristas académicos. La “validez externa” de un modelo, nos dice Rodrik es siempre contingente: “depende del contexto en el que se aplica el modelo”.

El tercer bloque del libro de Rodrik se refiere a la “cuestión de los valores” en el estudio de la Economía. El mejor piropo que se me ocurre es decir que hacía tiempo que no leía algo tan sensato y convincente al respecto. Captura perfectamente la idea de por qué los mercados son “amorales” (no necesitamos de la moral – en el sentido de postergar el propio interés para permitir la realización del interés de otro - para sostener la cooperación que tiene lugar a través de intercambios pacíficos y voluntarios) cuando dice que 

“desde el punto de vista de la Sociedad, el antídoto a la persecución de ventajas materiales por parte de algunos es la persecución de ventajas materiales por parte de otros muchos. La competencia irrestricta y libre neutraliza las patologías que podrían aparecer en otro caso”. 

Cita a Hirschman que nos enseñó que es preferible una Sociedad en la que la gente trata de hacerse rica intercambiando en el mercado que otra en la que domina la violencia y la dominación de los demás como medio para apoderarse de sus bienes. Y defiende la buena reputación de los economistas como sujetos morales cuando recuerda que no es que estudiar Economía te vuelva más egoísta, sino que los que estudian Economía eran ya más egoístas cuando decidieron estudiar Economía y que, si algo hace el estudio de la Economía, es “mejorar” a estos estudiantes.

Y la Economía hace mucho más por resolver los problemas sociales que las exhortaciones morales. Rodrik aduce el caso del calentamiento global. Como los economistas toman a los seres humanos “tal como son”, confían, cuando hacen propuestas de política legislativa, más en los incentivos y en las causas que explican por qué los seres humanos se comportan como lo hacen que en cómo deberían comportarse ¿Qué es más eficaz para reducir el calentamiento global? ¿un impuesto sobre las actividades contaminantes o “campañas de educación, incrementar la concienciación o lanzar mensajes moralizantes? 

Esta aportación de los economistas a las discusiones públicas no puede ser más trascendente. Recuerden lo que nos ha pasado con los motores diesel en Europa. ¡Puede que hubiera algunos (no muchos, no se lo crean) que se compraran un diesel para emitir menos CO2! Hemos acabado llenando nuestras ciudades de NO2. 

La discusión, entre nosotros, respecto de los asesinatos de mujeres por sus parejas y ex-parejas es un ejemplo extremo: el discurso público al respecto sólo puede plantearse en términos morales lo que imposibilita su discusión racional. ¿Cabe imaginar una España en la que no haya ni un solo asesinato de este tipo? ¿Es España un caso de éxito en este ámbito o es un ejemplo de fracaso colectivo en comparación con otros países que aplican políticas legislativas semejantes o distintas? ¿Qué es mejor para reducir el número de asesinatos? ¿Educar a los niños en la igualdad de hombres y mujeres? (para lo que tendríamos que educar a todos los niños del mundo no vaya a ser que acaben viviendo en España y matando aquí a su pareja o expareja) ¿o aumentar las posibilidades (y la educación) de autodefensa y la protección de las mujeres para las que la posibilidad de ser asesinada por su pareja o ex-pareja sea una posibilidad mínimamente realista? ¿Cabe esperar que aumentar las penas para estos asesinatos tenga efectos preventivos dadas las características mentales de estos asesinos? ¿O decir que muchos de estos son enfermos mentales es políticamente incorrecto aunque muchos de estos asesinos se suiciden a continuación de haber cometido el asesinato?  

La eficiencia – que es lo que dice el Teorema de la mano invisible – es un valor en sí mismo y, aún más, a menudo, eficiencia y equidad no se contradicen: las mismas políticas que mejoran la eficiencia en la asignación de los recursos – al maximizar la riqueza – mejoran la igualdad. Lo hacen, sobre todo, sacando a millones de la pobreza, o sea, de la máxima desigualdad. Pero, añade Rodrik, “como su formación les provee sólo con una herramienta para evaluar y comparar distintos estados sociales” – la eficiencia en la asignación – , los economistas caen frecuentemente en el error de mezclar la eficiencia con otros objetivos sociales. El capítulo termina con las evoluciones del estudio de la Economía más prometedores a juicio de Rodrik: los estudios experimentales, la economía del comportamiento y el estudio de las instituciones (históricas y actuales).

Un libro para tener a mano. Un trabajo más de un próximo premio Nobel, el más modesto y razonable de las últimas décadas.

Dani Rodrik, Economics Rules: The Rights andWrongs of the Dismal Science 2015

¿Liberalizar el PVP perjudica a los consumidores?

La decisión del Tribunal Supremo de 2007 en el asunto Leegin estableció que los acuerdos entre fabricantes y distribuidores por los que se establecía un PVP (precio mínimo de reventa al consumidor) debían considerarse prima facie lícitos y sometidos a una rule of reason, esto es, enjuiciados caso por caso para examinar si debían ser considerados contrarios a la competencia. La sentencia Leegin supuso un cambio importante en la jurisprudencia antitrust norteamericana que había venido considerando, hasta entonces, que el PVP estaba sometido a una prohibición per se.

Los Estados norteamericanos, sin embargo, en uso de sus competencias, han continuado, en parte, prohibiendo estos acuerdos en aplicación de sus leyes sobre comercio interior, lo que ha permitido a los autores hacer un “experimento” para examinar los efectos del levantamiento de la prohibición en unos Estados pero no en otros en los precios que pagan los consumidores y las cantidades que compran.

Los resultados indican que se produjo un aumento significativo de los precios en un 5,3 % en los Estados que siguieron la nueva doctrina del Tribunal Supremo y que subieron los precios de un 8,4 % de los productos. Y el 9,4 % de los productos vio reducida las cantidades compradas. Según los autores, estos resultados sugieren “ejercicio de poder de mercado” y una reducción del bienestar del consumidor, y añaden que el grado de concentración en los mercados de distribución influye en la efectividad de la política jurídica sobre PVP. Concluyen que la incertidumbre jurídica sobre la validez del PVP que la sentencia Leegin (y la legislación subsiguiente de los Estados de la Unión) ha generado (ahora las empresas no saben si, no obstante la sentencia, podrán ser acusados de prácticas restrictivas de la competencia por las autoridades estatales) es también relevante porque ha aumentado los costes de implementar una política de PVP y lo ha hecho por igual para empresas que pretenden usar el PVP para aprovecharse de su posición dominante y las empresas que imponen el PVP a sus distribuidores para inducir a éstos a incrementar sus esfuerzos de venta (recuérdese que esta segunda es la función eficientista del PVP). La incertidumbre puede generar, pues, el peor de los estados del mundo posibles: que algunos de los que querrían implantarlo por buenas razones – aumentar la provisión de servicios al consumidor – se abstengan de hacerlo y que los que querrían implantarlo por las “malas” razones – ejercer su poder de mercado subiendo los precios – lo implanten.

Nos queda la duda de si los efectos sobre el bienestar de los consumidores están bien medidos a través de un estudio así. Que hayan subido los precios o disminuido las cantidades compradas de productos de marca – los que se someten típicamente a PVP – no indica una reducción del bienestar de los consumidores si esos productos de marca se enfrentan a sustitutivos (productos de marca del distribuidor o marca blanca, por ejemplo) suficientemente próximos

Alexander MacKay and David Aron Smith, The Empirical Effects of Minimum Resale Price Maintenance

jueves, 10 de diciembre de 2015

No se puede pedir como medida cautelar la anotación de demanda en Registro Mercantil si lo que se pide en la demanda es impedir una transmisión de participaciones

De manera que supone una medida absolutamente inidónea el pretender, en sede de un litigio en el que se persigue la declaración de nulidad de una operación de transmisión de participaciones sociales de unas sociedades de responsabilidad limitada, que se decrete judicialmente la cautela de anotación de la demanda en el Registro Mercantil, en las hojas correspondientes a las entidades a las que se refieren las participaciones objeto de liza o en otras que correspondan a las que hayan podido ser fruto de una transformación estructural de las mismas, pues quien deba ostentar la titularidad de las participaciones sociales a las que se refiere la litis y el cómo haya de efectuarse una eventual restitución de las mismas, o compensar por ello, no es un hecho que haya de tener trascendencia registral. La anotación no puede exigirse invocando simplemente la pertinencia de dar publicidad registral a una situación litigiosa, a modo de altavoz de la existencia de una discordia de ámbito societario, ya que no es ésta una de las finalidades del Registro Mercantil, sino sólo en cuanto fuera imprescindible para evitar que pudiera resultar desvirtuada la eficacia del futuro pronunciamiento judicial. Por lo tanto, si las consecuencias de lo que se falle judicialmente en el presente litigio deben ventilarse al margen de lo registral carece de idoneidad para garantizar su posible resultado el empeñarse en solicitar la adopción de cautelas en ese ámbito. Se trata de una razón suficiente para la denegación de la petición de la parte actora, sin necesidad de tener que abundar en ninguna otra adicional.

Auto de la Audiencia Provincial de Madrid de 11 de septiembre de 2015

¡Pobres autónomos!

El concursado, D. Demetrio , que ha visto como en la primera instancia se calificaba su concurso cómo culpable, por causa de su total incumplimiento de la obligación de llevar la contabilidad empresarial, apela tal decisión judicial aduciendo que a la fecha de declaración del concurso ya no regentaba ni explotaba negocio alguno, por lo que al no ser comerciante no estaría obligado a la llevanza de registros contables. Aduce el apelante que el negocio de zapatería con el que se le vincula era en realidad titularidad de su mujer y para el de floristería le caducó la licencia administrativa el 31 de diciembre de 2007, sin que llegara a renovarla, por lo que en 2008, año de solicitud y declaración del concurso no ejercía actividad comercial. SEGUNDO.- Los alegatos del concursado no le permiten eludir la declaración de culpabilidad. Todo empresario debe practicar una ordenada contabilidad (artículos 25 del C de Comercio), no sólo las personas jurídicas, sino también las personas físicas, debiendo llevar, cuando menos, los libros que la ley señala como obligatorios. El quebrantamiento de esta obligación conlleva, en caso de concurso, la calificación como culpable del mismo por la aplicación de una presunción "iuris et de iure", la cual no admite prueba en contrario. La calificación del concurso como culpable merced, como es el caso aquí analizado, a las previsiones del apartado 2 del artículo 164 de la Ley Concursal , responde a lo que se conoce como tipos de mera actividad ( sentencias de la Sala 1ª del TS de 6 de octubre de 2011 , de 17 de noviembre de 2011 y de 16 de enero de 2012 ). De manera que la calificación sólo está condicionada a la ejecución por el sujeto agente de alguno de los comportamientos descritos en la propia norma. El concurso debe calificarse como culpable, en todo caso, porque la ejecución de cualquiera de las conductas, positivas o negativas, que se describen en los seis ordinales de dicha norma, resulta determinante, por sí sola, de aquella calificación, aunque no conste que haya generado o agravado el estado de insolvencia del concursado. Hay que tener en cuenta que situaciones 3 como la aquí descritas, de total omisión de la llevanza de contabilidad, generan opacidad, lo que justifica que el concursado tenga que atenerse a las consecuencias que establece la ley para ese tipo de conductas ajenas a la transparencia que exige el tráfico mercantil. El apelante no puede escudarse en que ya no tuviese la condición de empresario al momento de solicitar la declaración de concurso, pues para la calificación del mismo son relevantes los hechos acaecidos en el tiempo anterior a su solicitud y declaración, ya que en la situación concursal no se suele desembocar de modo súbito sino que suele ser consecuencia de un determinada evolución económica. Es por ello que la ley exige al deudor que acude a concurso el presentar, si está obligado a llevarla, la contabilidad de los tres últimos ejercicios ( artículo 6.3 de la Ley Concursal ), sin perjuicio de que en el seno del expediente concursal pueda llegar a examinarse información incluso anterior a ello. Aun atribuyendo la titularidad formal del negocio de zapatería a la esposa del concursado, no hay duda de que éste regentaba el de floristería. Consta además en el seno del concurso que tiene deudas pendientes con la Seguridad Social precisamente por la cuota de autónomos. El hecho de que pudiera caducar la licencia para esa actividad a finales de 2007 no es prueba de que, aunque ello pudiera constituir una irregularidad administrativa, ya no ejerciese ese actividad en 2008; y, en cualquier caso, debería haber presentado la contabilidad correspondiente a 2007 y ejercicios precedentes en los que hubiese desempeñado esa actividad empresarial, debiendo recordarle que también pesaba sobre él no sólo la obligación de llevarla, sino también la de custodia y conservación de los libros y documentación contable, al menos durante el período legalmente establecido (el artículo 30 del C. de Comercio lo impone, como regla general, en relación con los seis años precedentes, sin perjuicio de otras previsiones especiales). Hemos de ratificar, en consecuencia, la calificación asignada al concurso por parte del juzgado, ya que responde a una correcta aplicación de la consecuencia legalmente asignada para un caso de estas características.

No entiendo lo siguiente (a ver si alguien me lo aclara): si Demetrio pidió el concurso – o lo pidió alguno de sus acreedores – ¿qué mas da que el concurso sea culpable o no? Las deudas no eran de ningún tercero. Eran del propio Demetrio, así que había de responder de ellas en todo caso, con independencia de que el concurso fuera culpable o no. Y, si no las podía pagar, ¿de qué sirve condenarle a pagarlas? En fin, que el legislador sigue siendo muy cruel con los particulares. ¿tiene sentido obligar a un tipo que tiene un puesto de flores a llevar contabilidad?

Es la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid de 25 de septiembre de 2015

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