domingo, 6 de julio de 2014

Microentrada: Hablemos con ellos



Control democrático y resultados sociales


Grupos como Izquierda Unida y Podemos (*)  basan sus propuestas de organización de la sociedad en dos premisas: el control “democrático” de todas las instituciones sociales y una concepción del ser humano como un ángel cooperador que no gorronea ni se aprovecha jamás del común si está convenientemente dirigido por los que ejercen el control democrático.

La primera premisa es que todas las instituciones sociales han de estar controladas “democráticamente”


lo que equivale a decir que los políticos – los elegidos – son los únicos legitimados para tomar decisiones y/o para designar a los que toman las decisiones en todos los ámbitos. Las recientes declaraciones del líder de Podemos sobre los medios de comunicación o las aún más recientes de un diputado de Izquierda Unida sobre la bondad del sistema de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial son una buena muestra. Cuando se trata de instituciones puramente privadas, su propuesta es la de nacionalizarlas o crear instituciones públicas paralelas. Por ejemplo, en el ámbito de las utilities – gas, electricidad, teléfono – y, sobre todo, en el sector financiero, al que los de izquierdas atribuyen una capacidad de influencia sobre la sociedad digna de la mejor teoría conspirativa de la Historia. Nunca aparece, en tal discurso, la palabra “competencia”, es decir, los de izquierdas no tienen en cuenta, nunca, que los individuos y los grupos organizados en una sociedad abierta como son todas las occidentales, están en competencia por captar consumidores o clientes y que la competencia y la libertad de decisión de los consumidores, clientes o ciudadanos en general, protege a éstos frente a la explotación por parte de aquéllos.


La segunda premisa es que el control “democrático”, por sí mismo, garantiza la bondad de los resultados sociales


Si los bancos son públicos y sus gestores son designados por los que han sido elegidos por el pueblo, el crédito fluirá, las prácticas abusivas desaparecerán, los gestores y empleados de los bancos sólo tendrán en mente el interés del público y la Economía florecerá porque el sistema financiero cumplirá la función idealmente asignada. Si las televisiones o los medios de comunicación son públicos, no serán vehículos de propaganda y el dinero público no se despilfarrará y existirá pluralidad y asignación óptima de los recursos. Si se nacionalizan las eléctricas o las compañías de teléfono, los ciudadanos disfrutarán de un servicio óptimo en términos de calidad, innovación y precio, y así, sucesivamente.

No importa que la realidad demuestre, una y otra vez, que ambas premisas son falsas.


El control “democrático” de la Sociedad equivale a implantar la dictadura de la mayoría y es incompatible con un Estado de Derecho que pone en el centro al individuo y sus derechos. La reciente columna de Dani Rodrik lo explica perfectamente: es mucho más fácil celebrar elecciones periódicas que garantizar el Estado de Derecho. La caída de dictaduras producida recientemente en muchos países del mundo no ha ido acompañada de la construcción de Estados de Derecho. El resultado está a la vista: guerras civiles (Irak), reimplantación de dictaduras (Egipto) o degradación de la democracia y de la estabilidad social (Venezuela).

El control democrático no garantiza la bondad de los resultados sociales


Más bien, cabe predecir resultados desastrosos, precisamente, porque los políticos elegidos son seres humanos racionales que anteponen sus intereses personales a los de la comunidad. Y utilizan su poder de controlar “democráticamente” las instituciones para avanzar dichos intereses.

La historieta contada por Bertín Osborne a la pobre Beatriz Montañéz sobre el general venezolano encargado de hacer las compras de productos para la cadena pública de supermercados es muy ilustrativa: el general pidió a Osborne un soborno, es decir, que una parte del precio del aceite acabara en una cuenta suiza abierta a nombre del general. Es inevitable que estas cosas ocurran. Si el general estuviera comprando para una cadena privada de supermercados, el dueño de la cadena – porque tiene los incentivos para hacerlo, ya que el general le estaría robando a él – pondría los medios para impedir estas conductas. Despediría al general y no volvería a comprar nunca a Bertín por haberse avenido a pagar el soborno a un empleado suyo (si Bertín lo hubiera hecho). Si el consejero-delegado de Gowex ha robado o engañado a los accionistas de Gowex, el Derecho pone en sus manos las herramientas para que esto no vuelva a pasar y, estos accionistas diseñarán la próxima Gowex de forma que ese riesgo se reduzca.

Cuando se trata de una entidad pública, el dueño no es un individuo sino un grupo infinitamente grande de individuos – todo el país – y los “dueños” no tienen forma de controlar lo que hacen los generales de turno. El elevado nivel de corrupción en países desarrollados es un buen ejemplo de lo difícil que es controlar los instintos naturales del hombre a comportarse como un gorrón y no como un “cooperador”.


La espiral hacia el control absoluto de todos los recursos por parte de los gorrones es inevitable cuando hay control “democrático” de todas las instituciones


Siempre son los más gorrones, los más violentos – los más “echados p’alante” en definitiva – los que se hacen con la cúpula del “control democrático”. Los más cooperadores, los más pacíficos dan un paso atrás porque enfrentarse a los anteriores, a menudo, les cuesta el ostracismo, la expulsión y, en el peor de los casos, todo su patrimonio y su vida.

Fuente@dlacalle 
Enlace permanente de imagen incrustadaA IU o a Podemos no parece importarles un bledo que en España no hayamos conseguido tener una sola televisión pública plural y de calidad ya que siguen manteniendo que el problema está en el “duopolio” privado.

Tampoco parece haberles hecho cambiar de opinión la quiebra de toda la banca pública (las Cajas de Ahorro) como consecuencia de la injerencia de los que ejercen “el control democrático” o que todas las instituciones diseñadas para controlar a los políticos hayan dejado de funcionar como consecuencia, precisamente, del “control democrático” de las mismas por parte del Gobierno de turno con la complicidad de los políticos de la oposición.

Cualquier persona con dos dedos de frente se plantearía que el problema central no puede estar en que tenemos poco control “democrático” de la sociedad, sino que tenemos demasiado; que el problema está, precisamente, en que el “control democrático” ha ido demasiado lejos y hemos suprimido los sanísimos efectos que la competencia pacífica tiene para el bienestar social y la libertad de los individuos en demasiados ámbitos de la vida común.

Por tanto, ampliar el “control democrático” de las instituciones sociales no es un bien en sí mismo. Garantizar la competencia entre los dueños de las organizaciones que producen los bienes y prestan los servicios a la sociedad es mucho más sensato y no se corre el riesgo de acabar en una guerra civil.
 
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(*) Me refiero sólo a los grupos a la izquierda del PSOE porque tengo la esperanza de que el PSOE no se haga más de izquierdas que estos grupos en la disputa por los abundantes votos que, aparentemente, hay en ese sector del espectro político.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Corolario de ese escrito: vivan las dictaduras o mejor, las oligarquías o el gobierno de los mejores, en la Atenas clásica).

JESÚS ALFARO AGUILA-REAL dijo...

Si lo has entendido así, una de dos. O me he explicado muy mal, o eres muy obtuso y/o malintencionado

Anónimo dijo...

Primero, resulta que según los principios de la economía si no hay competencia perfecta el mercado no funciona. Desgraciadamente en los mercados estratégicos como el de la energía eléctrica o el de las telecomunicaciones resulta que lo que tenemos son oligopolios surgidos de la privatización de lo que era de todos. Consecuencia: Precios inasequibles para los más vulnerables y muy altos para la mayoría, puertas giratorias y falta de transparencia. En los medios de comunicación de masas, tenemos el caso de la televisión, cuyos principales medios supuestamente cumplen un servicio público pero no cumplen ninguno de estos principios, sobretodo los de calidad y pluralidad. La excepción ha sido RTVE durante las dos legislaturas de Zapatero, que ha sido un ejemplo de calidad, pluralidad y audiencia aunque con algunos errores puntuales (censura de la pitada al himno en la Copa del Rey de 2012). Pero ya se ha encargado del PP de gestionarla de forma sectárea para que baje la audiencia. El control democrático sobre lo que sea de titularidad pública supone transparencia, rendición de cuentas periódicamente y posibilidad de revocar el mandato de quienes controlan. No lo había en las Cajas de Ahorros principalemtne porque PSOE y PP no lo demandaban, pero han sido también responsables IU y los sindicatos, las cosas como son. Nadie defiende nacionalizar nada sin rendición de cuentas y transparencia, por cierto. Otra cosa, Venezuela, a diferencia de Cuba, hay elecciones libres según las organizaciones internacionales que observan elecciones y existe una oposición, que gobierna en algunos Estados. Además hay libertad de expresión. Precisamente porque no nos fiamos de la bondad de los responsables políticos, que muchos son unos gorrones, lo que hace falta es transparencia, y un férreo control democrático, si. Porque el que no puede pagar la luz, el que es desahuciado, el que no se puede pagar la universidad, al que le engañan con los contratos de telefonía, el que metió sus ahorros en preferentes y el que no sabe si le van a despedir al mes siguiente también tiene derecho a la libertad individual, a formarse una opinión con información de calidad y a participar en el control democrático más de una vez cada cuatro años.

Anónimo dijo...

Y tampoco parece que el Mercado de las auditoras funcione demasiado bien...

Anónimo dijo...

Probablemente soy obtuso y malintencionado. Dos adjetivos, ningún análisis: como mucho, el típico argumento ad hominem que acepto gustoso pero que no cambia las cosas. Repito: el corolario del razonamiento que se expone es o una dictadura o una oligarquía de los mejores. Si no es así, me gustaría saber cual es la conclusión del autor. Gracias

JESÚS ALFARO AGUILA-REAL dijo...

Su "argumento" era acusarme de proponer una dictadura como forma de gobierno. No es, digamos, una acusación fundamentada. vea la entrada titulada "El juego de los errores". Cuando alguien te acusa de proponer la dictadura como forma de gobierno, uno no está obligado a defenderse, más bien tiene derecho a considerar que el acusador no ha entendido mi postura o no ha podido - obtuso - o querido - malintencionado - entenderla.

Anónimo dijo...

El juego de los errores lo publica después de mi entrada. Por otro lado, sigue sin aclarar cual es su alternativa de organización social, salvo decir que prefiere elegir a que elijan por usted, lo que no deja de ser una generalidad con la que es difícil estar en desacuerdo. La acusación de que usted propone una dictadura no debería tomársela por lo personal y dedicarle un poco más de reflexión, si me permite la sugerencia. Es un clásico de la ciencia política que los sistemas políticos no pueden ser puramente democráticos, sino que deben combinarse con dosis de oligarquía y de dictadura. Desde Tito Livio, que lo insinua en su Ab Urbe Condita cuando trata el paso de la monarquía a la república, hasta la reflexión de Maquiavelo (Discursos sobre la primera década de Tito Livio) hasta los padres de la Constitución de Estados Unidos, como se refleja en esta.

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